Cap. 13 - Moscas atemporales




“¿Para qué vas a hacer hoy lo que podés dejar para mañana?”

Sin duda, ésta es una de las mejores frases que van a escuchar de todo alcohólico. Puede que la digan, puede que simplemente la demuestren, pero siempre que les pregunten ¿y por qué no dejás de tomar, si sabés que te hace mal? La respuesta, invariablemente, va a ser mañana.

¿Pero se trata sólo del alcohol? ¿No es eso lo que pasa con todas las adicciones? ¿No es lo que pasa con las personas? Alcohol, cigarrillo, pastillas, gritos, maltratos, drogas... todo es parte de lo mismo, hablamos de una actitud autodestructiva constante, no importa realmente sobre qué. Me animo a afirmar que nadie de quien esté leyendo estas palabras está libre de esta situación. La autodestrucción es llamativa, es interesante, a todos nos encanta autodestruirnos en algún punto ¿no? ¿Seguro que no aguantaste una relación de pareja más tiempo del debido aún sabiendo que te hacía mal? A mi no me mientas.

De a poco, esto de dejar todo lo que no queremos hacer para otro momento, se vuelve una forma de vida. Y pienso que la gente suele errar cuando pregunta ¿por qué no dejás de fumar?. - Porque no se me raja la gana … tan fácil como eso ¿no? -podría ser la respuesta más común-. No. Creo que la interpelación correcta sería ¿qué tan rápido te querés morir? y ¿qué tan poco creés que vale mi dolor? Por supuesto, no vamos a lograr que eso cambie absolutamente nada hasta que esa persona esté muerta -o por morirse-, pero, al menos, nos habremos acercado bastante a la forma correcta de formular una buena pregunta.

Una noche nos juntamos a comer con unos amigos, Marcos y Germán. Marcos es un amigo de toda la vida, siempre estuvo al lado mío, más en las malas que en las buenas. Es de ese tipo de personas que no se mete a menos que haga realmente falta; si tu respuesta es “fumo porque me quiero morir”, él no se interpone en tu camino... aunque se va a encargar de cuestionarte incansablemente y de mil aproximaciones distintas si es lo que vos realmente querés. Pero mientras él no esté convencido, dará un paso al costado. Supongo que esta particularidad en la personalidad de Marcos es la que hizo que hoy siga estando a mi lado, mientras que Germán es solo un amigo ocasional con el que compartimos el mismo gusto por tomar alcohol en cantidades.

La creencia popular dicta que los verdaderos amigos siempre están en las malas, pero, déjenme que les diga como alcohólico experimentado que, para cuando se den cuenta, los amigos “de verdad” ya se habrán ido, no porque no fueran leales, sino porque se habrán cansado del maltrato, de la falta total de interés, de los malos días...  A las personas que realmente le importa son las que tarde o temprano se van, porque cada palabra que se diga estando ebrio, cada actitud que se tenga, no va a desaparecer cuando pase la borrachera... al final, solamente quedarán aquellos a los que les importa un carajo cuánto alcohol puedas meter en tu cuerpo en 24 horas. ¿Se imaginan tener un amigo al que le tienen que aguantar más de 15 años ininterrumpidos de resacas? ¿No se volvería cansador?. Ahorrense el discurso de “si fueran tus amigos, te hubieran ayudado” porque el “TE” no existe para un adicto, es “ME” ayudo. El único que puede decir “TE”, es el mesías de turno donde sea que te trates y su mágico cóctel de pastillas.

Se hicieron las 5 de la mañana, ya habíamos tomado todo lo que podíamos aguantar. Marcos, el dueño de casa, ya estaba cansado y con Germán acordamos que la noche no había terminado ahí, que todavía faltaba mucho más por tomar. Me subí a mi auto como pude -Germán de copiloto- y salimos para su barrio, donde siempre venden cerveza fría a cualquier hora del día.

Si se lo preguntan, así es como muere gente inocente atropellada por un par de borrachos. Pero soy un tipo de suerte, a pesar de no recordar como llegué a mi casa un 99% de las veces, nunca atropellé a nadie... aunque seguramente estuve cerca de hacerlo en varias ocasiones. Una mañana amanecí durmiendo en el auto en la esquina de mi casa a las 5 de la tarde, pero eso es otra historia. Ni les cuento cuando salía en la moto... eso ya se los dejo a su imaginación.

Los dueños y amos del mundo ahí estaban a las 8 de la mañana tomando ese elixir recién sacada del freezer en un kiosco de mala muerte, en un barrio en el que no querrían entrar solos, pero que no importaba porque ahí vendían alcohol y todos conocían a Germán, así que... recibir un balazo por una buena cerveza me parecía un trato justo.

La cosa se empezó a desvirtuar cuando llegaron unos amigos de Germán, unos “chiquitos” del barrio. Eran unos cuántos, alcoholizados y pasados de “alita de mosca”, un polvo que se vende en algunos lugares como sustituto barato de la cocaína. Se acercaron a saludar a mi amigo y él me presentó. No era la primera vez que iba por el barrio en busca de bebida en horarios en los que el resto de los lugares ya tenían prohibida la venta, y uno de ellos me reconoció rápido “Aaahh, éste es al que no le gusta la cerveza! Si ya lo conozco”. Seguí tomando con esos  completos desconocidos para mi... pasaron las horas, ya eran las 10 de la mañana. Germán ya no podía ni hablar, pero yo, que estaba un poco más entrenado en las artes etílicas, estaba aguantando bastante bien si se tenía en cuenta que venía tomando desde hacía prácticamente 12 horas seguidas.

No conforme con la cantidad excesiva de alcohol que ya le había metido a mi cuerpo, decidí que era momento de probar la maravillosa alita de mosca. Yo no soy drogadicto, no tengo esa adicción en particular, pero siendo un autodestructivo curioso, he probado cuanta droga tuve al alcance. A diferencia del alcohol, siempre representaron idilios de una sola noche para mi. Una relación del tipo de la que se tiene con amantes, a las que uno ve de vez en cuando. Te acostás con ellas, pero apenas pasa el efecto, estorban, molestan y mientras más rápido se vayan, mejor; total, ya te ayudaron a cumplir tu objetivo: no pasar la noche solo. Es una forma de completar un poco más la cuota de autodestrucción necesaria. Incluso tenían la particularidad de hacerme sentir miserable después de que se iba el efecto, y provocar que me preguntara ¿para qué? ¿no es suficiente con el alcohol? No, no era suficiente con el alcohol. Tenía que encontrar algo que me pudiera aniquilar, en lo posible, en una sola noche. Podía ser la vía rápida para dejar de ser alcohólico... los muertos no toman.

Y aunque uno no se puede andar drogando por la vida, si el día de mañana mi hija Jazmín entra en las drogas, enseguida lo voy a notar... algo que el resto de los padres no siempre podrá hacer... se los aseguro, ya he visto varios hijos de conocidos drogados y los padres siquiera atinaron a notarlo. En fin, no hay droga que por bien no venga es el dicho... bueno, no exactamente así.

Todo se fue al carajo, estaba borracho hacía más de 12 horas, drogado con una mierda que tiene un efecto atemporal, porque esa es la palabra correcta, consumir “alita” hace que no tengas ni la más remota idea de qué hora es o dónde estás parado. Por si lo estaban pensando: sí, así es como se drogan y algunos después salen a robar... y así termina gente con un tiro en la cabeza.

No sé qué pasó en el medio, tengo poca idea, sólo algunos flashes perdidos: yo manejando con la tropa de desconocidos arriba del auto, creo que buscando más droga o más cerveza, no sé,  todo se empieza a aclarar cuando voy llegando a mi casa, visualizo una escena con Jazmín jugando en la entrada de casa y este padre ejemplar, drogado, borracho y desaparecido por casi un día completo, decide alzarla para darle un beso... Una excelente idea, considerando que mi equilibrio en ese momento era majestuoso... Resbalo... y la cabeza de Jazmín golpea contra el piso duro...

El gran padre protector.

Después de ese día juré no volver a tomar, mucho menos, drogarme. De más está decir que no lo cumplí, porque “¿para qué vas a hacer hoy, lo que podés dejar para mañana?”

 

2 comentarios: